Pedro Mendigutxía .Tutor de la UP
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Mientras voy a trabajar escucho en la radio del coche cómo el Director de Deportes de la Comunidad de Aragón dice que los niños ya no van a la calle a jugar, y que se pasan el día en casa jugando con la Nintendo, o a la Play Boy. Vaya, me digo, un psiquiatra se pondría las botas analizando el asunto.
Pero luego pienso que no, que lo de la confusión con la play boy, o con la game boy, o con los videojuegos, o como se llamen, no es más que una metáfora de cómo muchos padres y muchos maestros y profesores no sabemos, tantas y tantas veces, en qué terreno nos movemos. Y entonces preguntamos, en las escuelas de padres y en los foros de la Up, si esto o aquello está bien o está mal, si jugar tanto a la play es bueno, si no será mejor que emplee el tiempo en otras cosas.
Hablando de lo que es bueno, yo suelo pensar que el ser humano lo es. Y que las cosas que inventa también son buenas (queda para los antropólogos explicar por qué nos empeñamos en fabricar armas y otras cosas dañinas). Solo que después hay que usarlas. Y ahí es donde está el problema. En nosotros, en el uso que les damos a las máquinas, y no en las máquinas.
De manera que yo prefiero pensar que lo de los videojuegos, o lo de que nuestros hijos quieran una nueva DS, o lo de que solo quieran jugar a la play, o “al ordenador”, no deja de ser una oportunidad para educar, para intervenir, para acompañar.
- Para educar en cómo organizar los tiempos.
Y sin embargo, hay tiempo para todo. Hay un tiempo para jugar y un tiempo para estudiar. Un tiempo para estar con los amigos de clase en el patio de la escuela y un tiempo para hacer deberes. Un tiempo para la tele y un tiempo para hablar. Un tiempo para la PSP, que los padres tenemos que respetar, y un tiempo para ocupar en otras cosas, que nuestros hijos e hijas tienen que respetar.
Como en todo, lo de los videojuegos es cuestión de límites. Educar en valores está muy bien, pero antes hay que educar en rutinas, y una de ellas es la utilización del tiempo. Una tarea sencilla: que tengan claro antes de empezar con el videojuego cuánto tiempo pueden jugar. Bien concreto, no como ese amigo mío que utiliza el rato como unidad de tiempo.
- Para acompañar los procesos de socialización y para educar en valores y habilidades
Ahora no. Con los videojuegos, más de lo que ha sido nunca, y como pasa con la tele, pueden irrumpir valores intrusos, haciendo que aquellos ocupen su propio espacio educativo, en el que no entran más que ellos y el niño. Un ejemplo: en la medida en que algunos juegos están pensados desde un imaginario masculino, dan valor al poder, la fuerza, la valentía, el dominio, el honor, la venganza, el desafío, el desprecio y el orgullo.
Si esto pasa, y si como padres no estamos de acuerdo con que pase, ello significa que el mercado ha tomado el relevo de los padres en el proceso de la socialización. Y eso no puede ser, porque es el mercado el que tiene que estar al servicio de la comunidad, y no al revés. Si tomáramos de nuevo las riendas que ahora tiene el mercado, recurriríamos a los videojuegos para que nos ayuden, buscando que encierran valores positivos. Según nos dicen los que saben de esto, muchos de ellos favorecen el desarrollo de determinadas habilidades de atención, de concentración, de resolución de problemas e incluso de creatividad.
En conclusión: Cómo se consiga llevar los videojuegos al terreno educativo depende en buena medida del modo de hacer las cosas. Hay modos - pasar el videojuego de la versión sangrienta a la versión “código de honor”- que no cambian nada. Y hay modos que sí cambian las cosas: juegas, pero no a este juego. Juegas, pero no a todas horas. Juegas, pero no cuando hay gente invitada en casa.
Otro reto para los padres y madres que quieren educar. Hoy y aquí.
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